23/05/2011 – TransBenicadell: cronología de un viaje anticiclónico (día 3)

El miércoles 13 de abril amaneció con unas tímidas nubes hacia Levante; apenas un espejismo porque el anticiclón persistía y al poco de apuntar el sol las nubes desaparecieron sobre las cumbres. Mala suerte… Levantamos el campamento junto a la nevera del Castellet e iniciamos la marcha hacia nuestro destino: el barranc de l’Infern nos aguardaba.

l'Ullastre de Perputxent

El camino nos acompañó hasta el corral de Poldo y ya desde allí marchamos a campo través, penosamente, entre peñascos y aliagas. Nos asomamos al balcón del Ullastre por contemplar la panorámica sobre el valle del río Vernisa, por divisar los maltrechos muros del castillo de Rugat en la lejanía, y fue entonces cuando comprendimos que alcanzar el barranc de l’Infern atravesando la dorsal oriental de Benicadell resultaba una temeridad. El sol era insufrible desde primeras horas de la mañana y la ausencia de una senda que nos guiara por las cumbres nos obligaba a deambular entre una maraña de piedras y vegetación, cargados como mulos, sin una mísera sombra a la que encomendarse. En esas circunstancias, un simple traspié, una inoportuna torcedura, podía trastocar nuestros planes, de modo que desistimos en nuestro propósito inicial y decidimos alcanzar nuestra meta por otro camino más seguro.

Balcón de l'Ullastre (vall d'Albaida)

Regresamos al corral de Poldo, desanduvimos el camino hasta la nevera del Paller y nos dejamos caer hacia el valle de Perputxent sin más senda que la marcada por los derrubios de la barranquera y el abancalado de olivares abandonados. De este modo alcanzamos el trazado de la vía verde del Serpis superado el despoblado morisco de Benillup, en la linde de las poblaciones de Beniarrés y l’Orxa, y ya en adelante avanzamos por ella hasta adentrarnos en el barranc de l’Infern: habíamos llegado a nuestro destino.

Barranc de l'Infern3

Siempre resulta un placer transitar el barranc de l’Infern sobre la plataforma de la antigua vía férrea que lo acompaña. El caminar se vuelve tranquilo asomados al precipicio y, cada tanto, el fluir de las aguas invita a reposar junto a ellas, cerrar los ojos y atender su llamada.

Pero el cielo persistía en su monotonía, tan azul y desnudo de nubes que obligaba a humillar la cámara por retirarlo de la escena.

Barranc de l'Infern

Alcanzamos el Racó del Duc al atardecer, rotos, sonrientes, desfondados. El Serpis musitaba sus aguas en el desfiladero y allí quedamos escuchándolas durante toda la noche. Aquel día dormimos al raso, a la vera de la corriente que canta; después de tres días de caminata no quedaban fuerzas para abrir los ojos: las estrellas podían esperar.

RUTA

Ruta miércoles 13 abril

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