“Caminando desde el valle de Gallinera hacia poniente se entra en la Baronía de Planes, tendida por el mismo rumbo siete quartos de hora hasta el término de Benimarfull. (…) Además de estos cinco pueblos hubo otro llamado Llombo, cuyo nombre conserva el monte obtuso que yace entre el valle de Gallinera y Planes. (…) hállanse dichos monumentos y rastros de la industria agraria de los Moros en el boquete estrecho por donde las aguas que baxan de los montes meridionales saltan y se precipitan en busca del barranco de la Encantada. (…) Van cayendo éstas al barranco que la ignorancia y credulidad llamó de la Encantada por la piedra circular de unos cinco pies de diámetro, que en forma de ventana cerrada se ve en la garganta del barranco á 20 pies sobre el nivel ordinario de las aguas. En esta fingió el vulgo la boca de cierta mina, donde los Moros escondieron sus tesoros, y dexáron encantada una doncella, que cada cien años sale para volver á entrar en el mismo dia. Fábulas indignas de hombres juiciosos, perpetuadas solamente por la superstición é ignorancia. Quanto ofrece aquel barranco es natural y efecto de las aguas, que abriéron un callejon profundo, y dexáron por ambos lados cortes casi perpendiculares de mas de 50 varas. En el de la derecha se halla la citada piedra en un sitio de tan difícil acceso, que para llegar á él es preciso ó descolgarse por una soga desde mucha altura, ó pasar de la izquierda á la derecha atravesando ántes un largo madero: operaciones ambas muy arriesgadas, por hallarse un profundo pozo de agua en aquella parte del barranco. Hubo no obstante quien pasó y grabó sobre la piedra dos cruces, y mas abaxo dos líneas, una con la voz año, otra con el número 1573; debiéndose notar que la cifra 5 está algo desfigurada, y que la superficie entera de la piedra presenta un color mucho mas obscuro que las cifras y letras, en medio de verse allí grabada de tiempo inmemorial, como me aseguraron personas fidedignas.” (Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia, por don Antonio Josef Cavanilles, 1797, Libro Quarto, 47, pp. 153-154) |
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Compruebo con perplejidad y no sin cierta desilusión cómo Internet ofrece 4.490 resultados a la búsqueda de “la Mora encantada”. Al poco de indagar se hace evidente que la leyenda de la Encantada se extiende a lo largo y ancho de nuestra geografía y aún allende de nuestras fronteras: en Cataluña, en Aragón, en Portugal, en Galicia, en ambas Castillas, en Baleares, en Andalucía, en forma de ninfas, de náyades, de mujeres de agua, de encantadas… Circulan por toda la península Ibérica historias que hablan de tesoros ocultos, de enigmáticas doncellas que acuden al bullir de los manantiales en noches de luna llena, o de amoríos imposibles que cincelaron paisajes pétreos. Así, muchos estanques, pozos, cuevas, fuentes, castillos, lagos, minas, cerros o saltos de agua aúnan su particular leyenda a la memoria oral que les atribuye -a veces con razón- un encanto que ni el devenir de los siglos ha podido borrar. Es, por tanto, una de las leyendas más arraigadas en el imaginario colectivo de España.
La asociación de las encantadas con lugares rocosos y afloramientos de agua es una constante; y no es de extrañar, porque el agua es un elemento primordial de la Naturaleza, íntimamente asociado a la vida, constituyendo un medio de purificación y de regeneración corporal y espiritual en muchas culturas y religiones de nuestro planeta. Las encantadas aparecen como doncellas de una belleza sobrenatural. Suelen vestir con tules y gasas, insinuantes a los ojos de los humanos, y peinar sus largos cabellos frente al espejo en noches de plenilunio, especialmente en la noche de San Juan, durante el solsticio de verano. Nuestra encantada no es ajena a estas prácticas nocturnas, ni a las apariciones, ni a las joyas, ni a peinar sus cabellos junto al río, como lo corrobora el topónimo Penya de l’Espill, mole rocosa que se yergue a la derecha del estrecho de Planes, junto al molino de l’Encantà. Así, nuestra Encantada cumple con todos los cánones excepto, quizá, con el de aparecerse en la noche de San Juan.
Desconozco los motivos que propiciaron que esta leyenda proliferase tan fecundamente por nuestra geografía peninsular, aunque parece lógico suponer que el propósito de disuadir el acceso a ciertos lugares de especial peligrosidad (cuevas, ríos, castillos, pozos, cerros…) sea la razón que subyace; tampoco resulta extraño que se eche mano de las referencias nocturnas, morunas y sobrenaturales con el fin de atemorizar y conseguir este objetivo. En el caso que nos ocupa, el estrecho de l’Encantà es, junto con el Gorg del Salt, el lugar de mayor peligrosidad (entiéndase propensión a sufrir un accidente) de todo el barranco de la Encantada, donde se encuentran las pozas y los mayores desniveles.
Por otro lado, Cavanilles habla de una inscripción labrada sobre la piedra, fechada en 1573. Esto confirmaría que la leyenda es anterior al decreto de expulsión de los moriscos de 1609. Asimismo, al considerar que la leyenda surge tras el exilio de musulmanes (dexáron encantada una doncella), y descartada también la expulsión decretada por Jaime I en 1248 (por no afectar a estos territorios), opino que el origen de la leyenda podría corresponderse con el destierro de al-Azraq y sus súbditos de estas tierras, acaecida en mayo-junio de 1258. Y creo que –como se verá- no ando muy desencaminado.