Hoy ha sido un día de sentimientos encontrados. Esta tarde he sido consciente que este proyecto de novela tiene futuro: el wazir es poderoso, tiene fuerza y, lo más importante, se ha iniciado el diálogo, ha accedido a contarme de él, me ha aceptado. Claro que la época y los lugares tampoco le van a la zaga en cuanto a carácter se refiere; sí, el siglo XIII está resultando apasionante y la geografía de mi tierra se muestra intrincada, abrupta, pero emocionante. Hay, por tanto, buena materia prima, mucho que estudiar, es cierto, pero materia prima de primera calidad. Sinceramente, me veo con fuerzas para seguir adelante: disfruto cada dato que me llega, cada composición de lugar, cada situación, cada posibilidad que se abre, y eso que todavía no he explorado los territorios que habitó el wazir al-Azraq, el Moro. Sí, hoy ha sido un día de sentimientos encontrados. Esta tarde he experimentado el subidón de confianza que te llega cuando tu conciencia sobrepasa el umbral de lo posible y se sitúa del lado de la seguridad. Ahora, más relajado, mi prosa se vuelve cadenciosa, poética, quizá en agradecimiento a ese amigo que siempre está ahí, que me aconseja, que me corrige, que me anima a continuar con esta labor de titanes que resulta la aventura de escribir.
Sois apenas cinco los amigos a los que he invitado a leer este blog privado, pero permitidme que me acuerde de aquel que siempre me deja que le cuente, que me pregunta, que me mueve. Y qué gusto cuando le pregunto cómo está y él siempre me contesta: ¡de categoría!
Está claro, sin él nada sería igual… ¡¡¡Que no le cambien la cresta!!!