Los senderos de Benicadell son una caja de sorpresas; cada paso que los recorre se anda con expectación, a sabiendas de que los ecos de la Historia –aunque silenciosos- todavía resuenan por aquellas cumbres. El camino que nos acerca hasta el corral de Poldo es un buen ejemplo de ello; en apenas cuatro kilómetros encontramos el yacimiento neolítico de la Cova de l’Or, las cavas de hielo del Paller y el Castellet, la atalaya andalusí de al-Marîyâyn: un patrimonio arqueológico y arquitectónico que resalta la importancia histórica de Benicadell oriental.
Pero los pedregosos senderos de Benicadell son mucho más; sus panorámicas son un regalo para la vista y, cada tanto, los aromas a pebrella y tomillo, a santolina y romero, afloran junto al camino y nos acompañan un trecho.
Título / Motivo |
Camino de silencio / Atalaya de al-Marîyâyn (l’Orxa-Salem) |
Fecha / hora de la toma |
12/04/2011 / 23:48h |
Cámara |
Canon EOS 50D |
Objetivo |
Tamron SP AF 17-50/2.8 XR Di II |
Tiempo de exposición |
966 sg |
Diafragma |
F 5.6 |
ISO |
100 |
Distancia focal |
23 mm |
Tipología |
Fotografía de larga exposición (nocturna) |
Observaciones |
Balance de blancos: 4200K |
Aunque los pesos quedan equilibrados, la intersección de los perfiles de las montañas desluce la composición; una focal más larga hubiera resuelto este inconveniente, aunque a expensas de un trecho de camino. Estas cuestiones compositivas deben resolverse in situ. |
La mayor dificultad que entrañó la toma fue encontrar la localización que permitiera componerla adecuadamente. Decidí que fuera el camino quien guiara directamente al espectador hasta el motivo principal: la atalaya de al-Marîyâyn. Después de recorrer el sendero de arriba a abajo estudiando la perspectiva y las proporciones que ofrecían diversos encuadres y tratando de sacar de la escena cualquier elemento que distrajera la atención, me decidí por elevar el punto de vista con la finalidad de evitar solapes innecesarios, resaltar el camino y situar el motivo en la intersección de dos líneas de fuerza: las que delimitan los tercios superior e izquierdo de la fotografía. Asimismo, se optó por un formato vertical para conferirle mayor profundidad a la foto. De este modo, la imagen se recorre en diagonal sin pausas ni distracciones, y la traza del camino acompaña la mirada hasta dejarnos junto a la silueta de una atalaya que se recorta altiva contra el cielo. Las estrellas se dejaron correr para que adquirieran presencia, pues la fase lunar y la contaminación lumínica las apagaba. De haber pretendido congelarlas (30 sg; f 4.0; ISO 1600), la toma hubiera adquirido un considerable ruido y el cielo habría quedado bastante deslucido.
Sin embargo, no es ésta la imagen que ansío tomar en al-Marîyâyn. La atalaya murmura de fogatas y humaredas que alertan las intenciones del enemigo, de cuernos, añafiles y timbales que resuenan frenéticos en la madrugada. Pero aquella noche de abril resultaba apacible, perfumada, amansada por la calidez de una luna que crecía, y nada podía hacer por cambiar su naturaleza. No me quedó otra que rendirme ante la evidencia, aunque no me resigno: pronto llegará el día en que las nubes se tiñan de fuego, que la humareda se recorte dramática contra el cielo, que al-Marîyâyn despierte sus demonios junto al camino que guarda silencio.
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Hi ha fotos molt interessants. No havia visitat el teu blog fins ara i he quedat gratament sorpresa. Felicitats Justo.
Gràcies, alguna hi ha que ha quedat prou be, encara que queda molt camí per recorrer.