12/01/2012 – Kitab Tarih Mayurqa: crónica árabe de la conquista de Mallorca

Así recogía la edición digital de La Vanguardia la noticia de la localización y edición del Kitab Tariq Mayurqa, un manuscrito de Ibn Amira al-Mahzumi (s.XIII) sobre la conquista de Mallorca:

Hallado un manuscrito del XIII, el primer testimonio árabe de la conquista de Mallorca

La crónica de Ibn Amira se creía perdida y su hallazgo la convierte en el único documento que sirve de contrapunto árabe al ‘Llibre dels Fets’, la visión catalana de la campaña

Josep Massot

No hay aquí ningún milagroso caballero blanco que pone en desbandada a los sarracenos, y la euforia de las tropas de Jaume I por la conquista de Medina Mayurqa se convierte en lamento, rabia y lágrimas del derrotado. El descubrimiento de un manuscrito árabe del siglo XIII que narra la caída de Mallorca a manos de los catalanes ha sido saludado por los historiadores como un acontecimiento extraordinario. La importancia del hallazgo es enorme, porque el texto, del que sólo se conocía un fragmento, citado por un historiador árabe del siglo XVI, Al Maqqari, es el primer y, hasta ahora, único testimonio con la versión de los musulmanes que sobrevivieron a la cruenta batalla.

"El libro se había dado por perdido y yo lo he estado buscando durante más de cincuenta años", dice el historiador y arqueólogo mallorquín Guillem Rosselló-Bordoy, que a sus 76 años ha cumplido su viejo sueño de localizar y publicar, con ayuda del arabista Nicolau Roser, Kitab Tarih Mayurqa. Crònica àrab de la conquesta de Mallorca, de Ibn Amira al-Mahzumi (Universitat de les Illes Balears).

Flocel Sabaté, catedrático de Història Medieval de la Universitat de Lleida, y especialista en la época de frontera, comparte el entusiasmo: "Por primera vez tenemos el contrapunto al Llibre dels Fets, por parte de los vencidos". La primera de las cuatro grandes crónicas catalanas -dice el medievalista- es "claramente un libro de propaganda política que no fue escrito, ni dictado, como se creía antiguamente, por el rey Jaume I, sino por la Iglesia, que es la que dominaba la Cancillería, a fin de prestigiar y consolidar la figura del monarca, en una posición aún muy débil respecto a los nobles y las ciudades".

Guillem Rosselló-Bordoy recuerda la emoción que le asaltó cuando tuvo en sus manos el texto tan largamente perseguido. El autor del hallazgo es el profesor Muhammad ben Ma’mar. Encontró el manuscrito en el 2001 de forma fortuita, cuando consultaba un CD con documentos microfilmados de una biblioteca de Tinduf, en el Sáhara argelino, gracias a un programa financiado por Dubai. La crónica ocupaba 26 hojas, escritas por las dos caras, mezcladas con otros documentos de Ibn Amira. No hay otra copia más, así que el manuscrito de Tinduf -dice Ben Ma’mar- "es un unicum de extraordinario valor histórico y literario".

El autor de la crónica es Ibn Amira, andalusí nacido en Alzira (Yazira Suqar), en 1184 y fallecido quizás en el exilio de Túnez, entre 1251 y 1259. Ocupó altos cargos en la administración almohade de Xàtiva, Sevilla, Murcia, Dénia, Valencia y Marruecos. Según Rosselló-Bordoy se trata del único documento que da el punto de vista árabe sobre las conquistas territoriales catalano-aragonesas, ya que -dice- de la toma de Valencia se conserva sólo el célebre poema elegíaco de Ibn al-Abbar.

En la misma fecha y edición aparecía también la siguiente noticia suplementaria:

La disputa entre almohades exiliados y mallorquines facilitó la conquista

Ibn Amira, el cronista, culpa de la derrota al valí y ensalza la figura de un héroe local

Josep Massot

Ibn Amira relata la historia de Mayurqa desde 1209 hasta 1231. El Llibre dels Fets abarca desde el misterioso nacimiento de Jaume I, en 1208, hasta su muerte, en 1276. Las dos versiones coinciden en el esquema de la conquista/pérdida de la mayor de las Islas Orientales de al-Andalus: la captura de unas naves como excusa para la invasión cristiana, el desembarco en Santa Ponça, la crucial batalla de Porto Pi, el derrumbe de las murallas por efecto de labor de zapa y la matanza final. Además de las interpretaciones opuestas, el texto árabe ofrece muchas novedades sobre cómo se vivió la contienda en el bando musulmán, con la simpatía del autor por los musulmanes mallorquines en contra de los refugiados almohades.

Ibn Amira dice que escribió la crónica a partir del relato de los sobrevivientes, aunque Rosselló-Bordoy sostiene que se trata de un recurso literario y que, por la precisión de los detalles que ofrece sobre el día a día de los mallorquines musulmanes, tuvo que ser testigo directo de los hechos.

Disputas internas. Ibn Amira culpabiliza en todo momento al valí almohade Abu Yahya, por su avaricia y su pésima gestión de la guerra, y especialmente por haber facilitado la disputa interna: se alineó con los almohades que habían recalado en la isla tras su expulsión de al-Andalus y participó en sus confabulaciones contra los andalusíes mallorquines. La violenta represión contra ellos debilitó considerablemente la fuerza militar árabe. De hecho, como en un filme, justo en el momento en que iba a decapitar a 50 mallorquines llegan los mensajeros anunciando que había avistado un enjambre de naves catalanas rondando las costas.

Naves espías. Las chapuzas fueron muchas, porque el valí, alertado de los preparativos bélicos en la Península, envía tres barcos espías: uno es capturado, otro confirma que la invasión es inminente y el tercero es llevado por los vientos a la lejana Cerdeña, donde su tripulación captura a cinco cristianos y estos dicen que el ataque ha sido pospuesto a la primavera. Abu Yahya les cree y desmonta su dispositivo defensivo.

Desembarco y batalla. Según el cronista, el valí envía un destacamento formado por almohades recién llegados a detener el desembarco. No lo hacen, pues "se dedicaron a la distracción y la bebida". Los rum (romanos) desembarcan y ganan la primera escaramuza. Los mallorquines piden inútilmente al valí que organice la defensa ocupando las cimas de la montaña. Cuando los musulmanes están venciendo, el valí despista a su gente con una torpe maniobra que les hace creer que han de retirarse y precipita así su huida caótica hacia la ciudad.

Mural Asedio. Las tropas catalanas montan el cerco a Medina Mayurqa. Los payeses se ofrecen a combatir, pero Ibn Amira culpa una vez más al valí de haberles dado un caudillo incapaz y Jaume I los derrota fácilmente, logrando avituallamiento para el largo asedio. Ibn Amira no habla del uso de los prisioneros cristianos como escudos humanos ni de la respuesta catalana de catapultar dentro de las murallas 400 cabezas decapitadas de los árabes, pero sí detalla los avatares de ataque y defensa en los túneles cavados bajo las murallas, del intento de pagar a Jaume I para que levante el cerco o de musulmanes -"el apóstata Ibn Abbad", el Ben Abet de la crónica cristiana- que se pasan al enemigo.

Batalla final. Ibn Sayrí, el cabecilla mallorquín contra los almohades recién llegados, es el héroe del relato. El noble musulmán decide salir de la ciudad y consigue que los payeses rompan su pacto con Jaume I. Los catalanes ven en seguida el peligro y que el tiempo empeora alarmantemente (finales de diciembre), por lo que, tras cuatro meses, aceleran el ataque final. Abren una brecha en la muralla y, ayudados por el traidor Ibn Abbad, entran a sangre y fuego en la medina: el cronista contabiliza 24.000 muertos. "¿Cuántos lactantes fueron deslechados con la espada?… Gente desarmada fue golpeada sin misericordia por cualquiera que llevara un venablo… ¿a cuánta embarazada, en su forzado abandono de la vida, le acompañó su feto?".

Tortura del valí. La crónica cuenta que los vencedores torturaron al avaricioso valí durante 45 días para obligarle a decir dónde ocultaba sus tesoros, cortando el cuello en su presencia a uno de sus hijos de 16 años. Quisieron hacer lo mismo con otro hijo, pero este se hizo cristiano y salvó su vida.

Resistencia. Quienes evitaron la matanza o bien fueron vendidos como esclavos o bien huyeron a las montañas para unirse a Ibn Sayrí, que resistió en Bulansa (Pollença) con tácticas guerrilleras durante un año, hasta que los cristianos (apóstatas o trinitarios, por pensar los islamistas que creer en la Santísima Trinidad era la prueba de que los catalanes eran politeístas), cortaron su vía de avituallamiento con Minurqa. Tras la muerte de Ibn Sayrí, todavía mantuvieron los árabes la resistencia en tres castillos, finalmente capturados en 1231. Los menorquines pactaron con el rey hasta que en 1287 la isla fue conquistada y pasó a formar parte de la Corona de Aragón.

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Las expectativas que me había formado sobre el contenido y posibilidades que podía ofrecerme esta crónica árabe medieval me obligaron a detener la redacción del primer capítulo de mi novela durante los días que tardé en pedir y leerme el libro; sin embargo, después de haberlo asimilado me queda el resquemor de sentirme un tanto decepcionado, aunque es cierto que me ha aportado algunos conocimientos de índole histórica y, sobre todo, del estilo narrativo de la época.

En el prólogo de la crónica, Ibn Amira expone que el motivo de su redacción responde a la solicitud de uno de nuestros hermanos de entre los que, en aquella tierra, fueron acaudalados para después pasar, en tierra extraña, a estar entre los desamparados. Discrepo del traductor (Guillem Rosselló-Bordoy) cuando asegura que, por los detalles que ofrece del día a día, Ibn Amira tuvo que ser testigo directo de los acontecimientos. No, no me parece que los detalles sean tan minuciosos, y de ahí precisamente viene mi desencanto. Se sabe que Ibn Amira ejerció de katib (cadí) para el valí Abu Zayd (1223-1228), primero, y el emir Zayyan ibn Mardanis, después (1228–1230), cuando este se sublevó contra el valí almohade y le arrebató Balansiyya. De Balansiyya pasó a Yazira Suqar (Alcira), donde ejerció de secretario del valí Abú Abd Allah ibn Mardanis (1230-1232), y de allí pasó a Satiba donde ejerció de katib hasta 1235, antes de marchar a Mursiyya (Murcia), Garnata (Granada), Sabta (Ceuta) y otras medinas del al-Magrib e Ifriqiyya (actual Túnez). El propio Ibn Amira reconoce en el prólogo que he recogido las noticias de tan insólito hecho poniéndolas por escrito poco después de haber acaecido, por tanto, ni hay necesidad en contradecirle ni sería descabellado pensar que las noticias de Mayurqa le llegaran cuando desempeñaba sus funciones administrativas en Balansiyya, Yazira o Satiba, esto es, estando muy próximo a la Montaña: el territorio de al-Azraq. Que las episodios acaecidos durante la conquista de Mayurqa fueron conocidos de inmediato en otros lugares de al-Andalus ya se sabía; como se sabe que estos sirvieron de resorte para aprestarse a lo que se les venía encima. ¿Pudo el wazir al-Azraq tener acceso al texto de ibn Amira? No se sabe, pero a buen seguro que los acontecimientos que narra el Kitab Tarih Mayurqa no le eran desconocidos.

Cantigas

De la lectura del Kitab Tarih Mayurqa extraigo varias conclusiones. Por una parte, que las divisiones internas en la administración almohade (o lo que quedase de ella) allanaron la conquista feudal. Los gobernantes andaban más preocupados en conservar el status que en combatir al infiel y con la conquista llegaron los lamentos, las expatriaciones, las apostasías, la esclavitud, la muerte… Por otra, que ante la incompetencia de quienes gobernaban aparecieron los héroes locales que, como Ibn Sayrí en Mayurqa o al-Azraq en la yibal Balansiya, tomaron el mando del campesinado y los empujaron a la yihad. Ibn Sayrí y sus incondicionales resistieron en la montaña (esta montaña ofrece un refugio garantizado a quien vive allí y posee unas abruptas estribaciones que hacen de ella un enclave fortificado e inexpugnable) hasta que les cortaron el avituallamiento que les venía de Minurqa y aún tras la muerte del líder consiguieron resistir un tiempo al amparo de tres castillos roqueros. Así, queda claro que, tras la experiencia de Mayurqa, Jaime I conocía las dificultades de conquistar los territorios montañosos donde, como la yibal Balansiya, sus mesnadas fracasaban ante el conocimiento del medio físico que poseían los guerrilleros campesinos. Esta experiencia podría justificar que el Tirano accediese a convenir con al-Azraq (aunque fuese a través de su hijo Alfonso) pese a que éste lo traicionara previamente en lo feyt de Rogat, coyuntura que parecen obviar algunos historiadores. En la guerra, como en política o la vida, la venganza es una mala consejera y las circunstancias pueden obligar a convenir con los enemigos más acérrimos.

Respecto de otras cuestiones de índole literaria, me he quedado con las ganas de conocer otros sobrenombres con que los musulmanes se referían al Tirano de Baryaluna (Barcelona). Ibn Amira lo refiere siempre como rey (en un caso lo hace como malik Yaqimah ibn Butr ibn Adfuns – rey Jaime hijo de Pedro y padre de Alfonso), renunciando a dotarlo de cualquier apelativo. Sí califica a los feudales con numerosos epítetos como rum (romanos), infieles, cristianos, trinitarios, idólatras, politeístas u otros símiles animales como cuervos, perros, serpientes, lobos y otros animales de dudosa reputación. Asimismo, he podido comprobar que la literatura árabe de la época abusa de la prosa rimada –esta misma crónica está escrita así- y tiende por ello a un cierto barroquismo y florilegio donde el ornato y el artificio prevalecen sobre la claridad. Dice el propio Ibn Amira al respecto de su crónica: Este libro se ha escrito para dos tipos de personas: aquel que quiere aprender el modo en que se compone el discurso y aquel otro que se duele del oficio de los días. Éste anhela el refugio de un destino infausto y el otro procura depurar los más excelsos versos de la casida y sumergirse en las perlas de estilo. Queda todo dicho. Según Muhammad Ben Ma’mar, descubridor y editor de la crónica: Las singularidades de la prosa de Ibn Amira son las mismas con las que se definió la prosa artística desde el siglo IV de la Hégira (siglo X del Mesías), y que fueron evolucionando y complicándose con el tiempo. Estas características se basan en los diferentes modos de prosa rimada, en las diversas formas de paronomasia, en las diferentes suertes de comparaciones y antítesis, junto a la robustez de la expresión, la fuerza del estilo y la precisión en la descripción. Entre las particularidades de su prosa se encuentra el uso de abundantes alusiones, indicaciones, préstamos y usos de términos de la jurisprudencia y de la lógica así como otros vocablos científicos que son frecuentes en su discurso. También emplea proverbios árabes y los utiliza en tanto que referentes de autoridad lingüística. Quizá lo que más me ha llamado la atención de la literatura árabe son las constantes correspondencias y paralelismos con las enseñanzas coránicas a lo largo del texto, y las frases que emplean tanto al referirse a Allah, como al Profeta, como a los difuntos, como al comenzar o terminar un texto. Esto último, junto con los proverbios árabes y las analogías al comportamiento animal es algo propio de la época y, por tanto, a tener muy en cuenta a la hora de escribir una novela.
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Esta entrada se publicó el 15/07/2010 en el blog privado “Las lunas de Perputxent (diario de una leyenda)”

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