23/12/2013 – Balbuceos (03): A vueltas con el traidor de al-Azraq

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Post publicado en el blog privado Las noches de Perputxent (diario de una leyenda) el 14/02/2009. Todo cuanto en él se expresa corresponde a los primeros balbuceos del proyecto literario La Montaña Azul y, por tanto, no tiene por qué corresponderse con el resultado final del mismo.

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Usted sabrá disculpar el poco orden que llevo en el relato,
que eso de seguir por la persona y no por el tiempo me hace andar saltando
del principio al fin y del fin a los principios como langosta vareada,
pero resulta que de manera alguna, que ésta no sea, podría llevarlo,
ya que lo suelto como me sale y a las mientes me viene,
sin pararme a construirlo como una novela, ya que,
a más de que probablemente no me saldría, siempre estaría a pique
del peligro que me daría el empezar a hablar y a hablar
para quedarme de pronto tan ahogado y tan parado que no supiera por dónde salir.

CJC. La familia de Pascual Duarte

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Con esta regresión quiso don Camilo que arrancara el capítulo IV de su magistral novela y, permitiéndome la licencia de compararme con aquello que Pascual Duarte vino a disculpar con don Joaquín Barrera López, así me dispongo a seguir saltando, de aquí para allá, en busca de los personajes y sus circunstancias. Pues bien, una vez esbozado el contexto histórico donde encuadraré el primer capítulo de mi novela, me dispongo a hacer lo propio con el final.

Al contrario de la estructura que seguí con “El llanto del petirrojo”, la novela que ahora me ocupa tendrá que adaptarse, inevitablemente, a los hitos temporales que marcaron los acontecimientos históricos. Estos hitos deben conocerse y establecerse previo a iniciar la escritura, puesto que son puntos de obligado paso en el devenir de la acción. Así, la improvisación no puede tener cabida más que en el espacio comprendido entre hitos y, aún así, la ficción tendrá que encajarse no sólo en el hito que esté por venir, sino también en los siguientes. Vamos, que debe establecerse una cronología de los hechos, lugares e individuos que estén constatados y, también, de las hipótesis más probables derivadas de informaciones indirectas con el fin de no llegar a un punto donde la improvisación dé lugar a un absurdo. Es decir, en una novela histórica que pretenda respetar los acontecimientos históricos hay muy poco margen para la improvisación. Será como una partida de ajedrez donde cada movimiento repercute en los siguientes. Esta claro, no es terreno propicio para dejarse llevar y tendré que planificar. Esto no quita para que la ficción tenga su espacio entre hitos, así como una tendencia general, pero en este caso no parece que sea recomendable que la trama se teja sin una cronología y planificación previas. Al respecto de la trama, mi buen amigo y consejero Ximo Andrés se preguntaba si no resultaría demasiado árida una novela monotemática, y me proponía utilizar la técnica del contrapunto (técnica narrativa que alterna diferentes planos al simultanear, sin advertirlo al lector, tiempos, lugares y personajes distintos) con fin de incluir un plano temporal contemporáneo en el devenir de la acción. Evidentemente, los diferentes planos confluyen en un personaje, una acción, un lugar o un tiempo. No anda desencaminado, pues esa es mi intención desde el principio, intención que no he abandonado y sobre la que tendré que volver.

Volviendo a la cuestión de esbozar el contexto histórico de lo que será el final de la novela, cabe preguntarse: ¿cuándo, dónde y cómo terminará la acción? He meditado las posibles respuestas a estas cuestiones y he advertido la conveniencia de situar al lector en el contexto histórico antes de iniciar el relato. Esto se haría a través de un preámbulo. Del mismo modo se procedería con el final, donde un breve epílogo contaría que, tras dieciocho años de destierro, al-Azraq murió a las puertas de Alcoy cuando, acompañado de doscientos cincuenta de jinetes granadinos, regresaba a los que antaño fueran sus dominios. El epílogo, además de apuntar el regreso de al-Azraq, referiría la muerte de Amira como parte de la leyenda que ha llegado hasta nuestros días. Esto último sucedió el 18 de junio de 1258, coincidiendo con el exilio de al-Azraq de estas tierras.

Respecto de dónde y cómo terminará la acción, debo recordar que este proyecto de novela echó a andar en mayo de 2008, a raíz de los hechos contados en la tercera entrada de este blog [plenilunio (2)]. Pero una novela tiene vida propia y lo que en principio se planteó como un relato breve y fantasioso con el fin de enlazar la leyenda de l’Encantà con los extraños sucesos que allí nos acontecieron, ha derivado en una historia dentro de otra, ampliando su propósito inicial, su extensión, su género y sus protagonistas. La leyenda de Amira, como analizaré en una próxima entrada, casa bien con el levantamiento de al-Azraq por diversos motivos, pero fundamentalmente por la traición que sufrió el visir por parte de uno de sus allegados. La traición se recoge en las entradas 373 a 377 del Llibre dels Fets. La teoría de la conspiración resulta verosímil porque la campaña que terminó con once años de resistencia se describe con todo lujo de detalles y, además, se resolvió con una rapidez extraordinaria.

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Noverint universi quod nos, Jacobus, … per nos et nostros damus et concedimus vobis Egidi Garces de Azagra et vestriis in perpetuum, per hereditatem propia, francha et liberam, in esmenta Castri et Ville de Planes que vobis dederamus cum omnibus alchereiis et terminis et pertenentiis suis, ratione bonorum et possessionum que Avinçalmo Sarracenus Regni Valentie habebat in Regno Valentie et que Patri vestro dare promiseramus, Castrum et Villam de Perpuxen que sunt in Regno Valentie, cum omnibus Alcheriis, terminis et pertinentiis suis et cum molendinis… cum omnibus hominibus et mulieribus ibi habitantibus et habitaturis, cuiuscumque legis legis et conditionis… Hoc tamen nobis et nostris retento imperpetuum quod predictum Castrum et Villam de Perpuxen, nec aliquid de predictis non vendatis nec aliter alienetis alcui persone extranee, nisi fueri de terra nostra et quod de dicto castro et villa vel terminis suis non exeat malum aliquod terre nostre.

Tirasone quintodecimo Kal. Aprilis, anno Domini millesimo, duocentesimo quinquagentesimo nono.

Signum Jacobi, Dei Gratia, Regis Aragorum…

Arch. Histórico Nacional. Órdenes Militares. Montesa. Pergaminos Reales. Carpeta 482, 116 R

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150 - El recodo fortificado (III)La Crónica de Jaime I no quiso que el nombre del traidor trascendiera a la Historia, pero siendo un hombre de la confianza de al-Azraq, bien podría tratarse de alguno de sus alcaides. El vacío documental tendrá que llenarlo la ficción para concluir que el traidor del visir -si no aparece algún dato que lo fuerce, imposibilite o contradiga- fuese el alcaide de Planes, quien, según cuenta la Crónica, capituló su castillo dos semanas antes del destierro de al-Azraq. El motivo de esta elección no es baladí: la recompensa que solicitó el traidor -trescientos besantes y cuatro jovadas de tierra en Benimassot, según se recoge en el capítulo 373 del Llibre dels Fets- estrecha el cerco geográfico alrededor de esta alquería, por lo que es de suponer que el traidor conociera bien este territorio que, casualmente, lindaba con los territorios adscritos al castillo de Planes. Asimismo, el lugar por donde Jaime I accedió a los territorios de al-Azraq fue, precisamente, Planes; además, el lugar donde los moros dejaron encantada a Amira (entiéndase que le dieron muerte) fue el ahora llamado molino de l’Encantà, perteneciente al castillo de Planes. De este modo, el encantamiento de Amira, hija del alcaide y esposa del molinero de Planes, obedeció al pago con que al-Azraq vengó su traición.

El alcaide que rindió el castillo de Planes no sería Almudino (al-Mu’adhidhin) -por aquel entonces propietario de la torre de Almudaina-, como así han deducido algunos historiadores. Esta deducción la fundamentan al interrelacionar dos hechos: 1) la entrada 376 del Llibre dels Fets, que asegura que el alcaide de Planes acordó con Jaime la capitulación del castillo el 30 de mayo de 1258, y 2) sendas cartas fechadas en Montpellier los días 4 y 5 de abril de 1259, por las que el rey Jaime I intercedía en el litigio que Almudino, alcaide de Planes por esas fechas, mantenía con Ponç Guillem de Vilafranca -señor de Travadell- al respecto del impago de una deuda en la que Beniarrés, alquería del castillo de Planes, figuraba como fianza. El hecho que Almudino, un año después del destierro del visir, figure como alcaide de Planes en un documento oficial induce a pensar que lo fuera en tiempos del exilio de al-Azraq, puesto que era normal que entre las condiciones de capitulación del castillo estuviera la de mantener el status. Por tanto, resulta lógico que algunos historiadores hayan llegado a esta conclusión. Sin embargo, hay que sopesar dos hechos: 1º- Según se deduce del testamento de Jaime I (ARV, Real 613, fol. 187 r.), otorgado en Montpellier el 25 de agosto de 1272, Almudino se había convertido al cristianismo: …in castris et villis de Planis et de Travadello et in Almudayna quan tenebar Almudinus sarracenus quondam (antiguo sarraceno)…, y 2º- Es posible que Almudino ya fuese cristiano cuando, en 1259, Jaime I intercedió para que Ponç Guillem de Vilafranca le devolviera la alquería de Beniarrés: …Intelleximus quod vos emparavistis Almudino, alcaido sarracenorum de Planes (alcaide de los sarracenos de Planes) alcheriam de Benafarrez… Así, es posible que Almudino fuese, en realidad, el mensajero cristiano que el traidor de al-Azraq envió a Jaime I -capítulo 373 de la Crónica- con la finalidad de proponerle su conspiración (E quan uench a entrada de quaresma ·I· sarray enuians son messatge, lo qual sarray era molt priuat Dalaçrach, e anaua ab ell, e faya molt per son conseyl. El missatge fo ·I· chrestia quens enuia ab qui ell parla en gran secret…) De este modo, la complicidad de Almudino en la conspiración contra al-Azraq le sirvió para ganarse la confianza del rey y, tras el destierro del moro, su nombramiento como alcaide de Planes. Esto explicaría que, un año después, el propio Jaime I intercediera en favor de él en su litigio con Ponç Guillem de Vilafranca cuando lo normal hubiese sido que el asunto quedara en manos de la Justicia.

Pero, ¿quién fue el verdadero conspirador? Resulta poco probable que al-Azraq tuviera como alcaide de Planes a un renegado del Islam, y, menos aún, que éste fuera su consejero, de ahí mi temprano descarte de Almudino. La única posibilidad verosímil que he encontrado pasa porque fuera Avinzalmo. Avinzalmo fue un musulmán hacendado; en enero de 1239, tras la conquista de Valencia, todas las casas, huertos y posesiones que tenía en la capital y en el resto del Reino -entre las que se encontraba el castillo y la villa de Planes- fueron donados por el Conquistador a Gil Garcés de Azagra, uno de los barones de la cruzada jaimina y miembro de la alta nobleza. Por razones obvias, Gil Garcés no podía tomar posesión del castillo y la villa de Planes hasta que éste fuera conquistado por los cristianos, y, cuando lo fue, Jaime I se lo cambió por el castillo y la villa de Perputxent, según reza el documento de 1259 que encabeza este post, donde aparece el nombre de Avinzalmo. Es de suponer que tras la conquista de Valencia, Avinzalmo abandonara la capital y marchara hacia el sur, a Planes. Algunos historiadores sostienen que el castillo de Planes pudo capitular cuando la caída de Cocentaina; sin embargo, de haber sido así, Gil Garcés de Azagra lo habría tomado en posesión, circunstancia que sabemos que no ocurrió en virtud del documento de 1259 que permuta el castillo y villa de Planes por el castillo y villa de Perputxent. Por otra parte, pese a su proximidad geográfica a los castillos de Perputxent y Alcalà, el castillo de Planes no aparece entre los que poseía al-Azraq en el momento de la firma del Pacto de Alcalà, lo que implica la posibilidad de que Avinzalmo continuara siendo su legítimo propietario. Así, faltará por ver qué relación unía a Avinzalmo con al-Azraq y, sobre todo, cuál fue el motivo de su traición. A este respecto, el hecho de que el traidor de al-Azraq solicitara tan ridícula recompensa a cambio de su traición nos lleva a pensar que se tratase de un ajuste de cuentas (llámese venganza), pues el montante de la recompensa parece ajustarse mejor al propósito de procurarse un retiro espiritual que al ánimo de lucrarse (esto nos muestra al alcaide como un hombre de avanzada edad). Puede que la venganza de Avinzalmo obedeciese al hecho de que al-Azraq lo desposeyera de sus propiedades y lo rebajara a un simple alcaide, pero resulta mucha más atractiva la opción de un amorío con Amira, su hija. Dejo este aspecto para más adelante.

208 - La voz acuáticaNo obstante, existe otra hipótesis con más posibilidades de ficción que la apuntada anteriormente para la muerte de Amira: que consumada la traición, los cristianos dieran muerte a Avinzalmo y a su hija, movidos por el desprecio hacia la estirpe de quien traiciona la lealtad a su Señor. Aquí comienza la leyenda: cuentan que Avinzalmo se ahorcó poco después que al-Azraq capitulara sus castillos. Dicen que se inmoló por deshonor, el segundo martes -catorceavo día- de la segunda jumada del 656 de la Hégira, el mismo día que el visir pasó a los pies de su castillo camino del destierro. Cuentan, también, que Amira conoció la muerte de su padre mientras peinaba sus cabellos junto al río, y que aquella misma noche unas voces la sacaron del molino y la llevaron hasta el abismo. Dicen que aquella fue noche de plenilunio -y lo fue- y que fue allí, donde el agua se precipita en el congosto, donde la doncella encontró alivio. Unos aseguran que se lanzó al vacío; otros, que fue objeto de encantamiento, y que, cuando la efeméride coincide con la luna llena, Amira peina sus cabellos junto al río, en el mismo lugar donde terminó sus días.

Casualmente, la noche del 18 de junio de 2008, al igual que en la misma fecha de 1258 (segundo martes de la segunda jumada del 656 de la Hégira), hubo plenilunio; lo de casualmente no lo digo por esta coincidencia lunar, sino porque aquella misma noche, sin saber de esta coincidencia, yo estuve allí y puedo asegurar que nos sucedieron cosas tan extrañas que me movieron a escribir esta novela. Esto todavía no lo he contado, pero lo haré… Ahora sé que, casualmente, aquella noche se cumplían 750 años de la muerte de Amira y que, una noche de plenilunio como aquella, al-Azraq marchaba camino del destierro.

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