Acompañado por Francisco Catalá Gadea –el tío Paco de Fantaquí-, el pasado jueves 5 de noviembre visité la alquería de Alcanesia (del árabe al-Kanesiya, la iglesia). La alquería conserva algunas de las que fueron sus casas, casi todas ellas en estado ruinoso tras el derrumbe de sus tejados. La mayor parte del poblado se encuentra derruido y los cantos que constituían sus muros aparecen desperdigados por doquier: en los bancales, en sus márgenes, en formidables montoneras. La alquería debió tener su importancia a tenor de los datos censales correspondientes al año 1602, que le otorgaban una población cercana a los 150 habitantes, así como por la extensión de las construcciones que todavía pueden adivinarse sobre el terreno.
Dos aspectos llamaron poderosamente mi atención: 1) en al menos una de las casas se conservaba un lienzo de muro construido mediante la técnica de tapial (tabiya), empleándose tierra, piedra y mortero de cal para su construcción; y 2) la conexión visual con la atalaya de Almaraién y el castillo de Perputxent era nítida, perfecta.
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