29/03/2011 – De l’Encantà a l’Infern: fluye la primavera

Con la primavera llegó la lluvia, y la savia de la vida fluye de nuevo por las arterias de Perputxent. Los chopos apuntan sus primeras hojas y las más tempranas flores van despertando a la calidez de una nueva estación.

Fluye la primavera

LlueveLa lluvia llegó moderada, constante, como una bendición para el campo, y al verla caer tan apacible tomé la cámara y salí a su encuentro. Después de fotografiar los demonios de Benicadell, mi siguiente reto era reflejar un instante de lluvia. No resulta sencillo capturarlo cuando cae la llovizna, pero estando en el barranco de la Encantada el calabobos arreció y el aguacero me brindó la oportunidad que tanto ansiaba. Fueron apenas unos segundos, lo que tarda en pasar una nube, pero el resultado bien mereció el remojón que supuso mi osadía. Afortunadamente, el momento me sorprendió con la composición resuelta y la cámara montada sobre el trípode. El encuadre estaba claro: en la parte inferior de la imagen, la lámina de agua ayudaría a reflejar tan especial momento, permitiendo que la lluvia chapoteara en el estanque; en la mitad superior, las zonas más oscuras del paisaje posibilitarían capturar la cortina de agua, como así fue.

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Detalle Detalle 1 Detalle 2

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Después del chaparrón, la superficie del estanque tornó un espejo y el murmullo del agua que mana regresó de nuevo a l’Encantà.

Estanque de l'Encantà tras la lluvia

La vegetación escurría los goterones de una llovizna que no dejaría de caer en todo el día, saturando los colores de un paisaje donde los perfiles de Benicadell se antojaban borrascosos y hasta el Serpis -contradicciones irónicas de la vida- semejaba vestido de primavera.El río Serpis y el valle de Perputxent

En la boca del barranco de l’Infern, el castillo de Perputxent se fundía con la niebla que descendía de las cumbres: un regalo para los sentidos.

Castell de Perputxent

Estrechado contra las paredes calizas de Benicadell y la Safor, el Serpis bajaba cantarín entre las rocas desprendidas de las alturas. En ese punto del congosto todo se movía: el río, las nubes, la lluvia, las copas de los árboles… Cuando los elementos se muestran tan inquietos no conviene contradecirlos: mejor permitir que se expresen, que aúllen, que fluyan.

Barranco de l'Infern en movimiento

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