10/05/2009 – Confirmado: la Cova dels Nou Forats es de origen andalusí

IMGP1087Por fin el tiempo nos ofreció una tregua y la tarde del domingo 3 de mayo subimos a la Cova dels Nou Forats pertrechados con seis tramos de escaleras de aluminio. Al poco de plantarnos bajo la oquedad que pretendíamos alcanzar comprendimos que la empresa no sería fácil, pero era precisamente esa dificultad por alcanzar nuestro objetivo la que permitió que los restos cerámicos que encontraríamos permanecieran a salvo del expolio durante más de siete siglos. Cosimos las escaleras mediante bridas y, no sin esfuerzo y riesgo, las colocamos junto a la boca de una de las cuatro cavidades a las que resulta imposible acceder por otros medios. Al apoyar el artilugio contra la pared, unas piedras cayeron sobre nosotros desde 14 metros de altura: había que extremar las precauciones. Carlos subió el primero. Cuando llegó a lo más alto, aún con los pies apoyados sobre los últimos peldaños, introdujo la mano en la oquedad y nos mostró dos fragmentos de cerámica de considerable tamaño; luego, me invitó a acompañarle. Con cada peldaño que subía, el corazón me latía con más fuerza y sólo cuando alcancé la boca de la cavidad conseguí serenarme: los restos cerámicos aparecían dispersos entre lo que parecía un derrumbe localizado de la bóveda. Levantamos dos piedras y aparecieron más fragmentos y algunos cantos rodados de morfología esférica que, muy previsiblemente, pudieron usarse como pesas de una balanza. No quisimos tocar nada, para qué, nuestra labor había concluido con éxito y ahora tocaba bajar. Colocamos las piedras donde las habíamos encontrado, tomamos tres fragmentos de diferente tipología y un trozo de madera de aspecto blanquecino de los que había en superficie, fotografiamos el derrumbe e iniciamos el descenso. Durante la bajada recuperamos una piqueta de madera incrustada en una grieta: ¡parecía imposible que hubiese resistido al paso del tiempo! Ya abajo lo celebramos con los demás, les mostramos el hallazgo y nos tomamos una foto de grupo.

Por la noche hablé con Ximo Andrés -mi estimado Gallo- y le pedí que consultara con el arqueólogo Bernat Martí cómo debíamos proceder y a quién teníamos que notificar el hallazgo. Ahora, los fragmentos recuperados aguardan en el Museu Arqueològic d’Alcoi su reconocimiento y datación por parte de los arqueólogos, aunque una cosa ya es segura: son de época andalusí y nuestro objetivo está más que cumplido. Es de esperar una pronta actuación por parte de la Administración que le corresponda, lo mejor es que restan tres oquedades por estudiar y es muy probable que se encuentren nuevos restos…

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La cova dels Nou Forats es una cavidad peculiar. Presenta una boca con forma circular de unos dieciocho metros de diámetro y una profundidad de tan solo ocho. Está formada por dos tipos de material: roca caliza y un detritus calcáreo ligeramente cementado muy meteorizado en su exterior. En su interior encontramos diez cavidades, nueve de ellas son artificiales y están excavadas sobre el material detrítico: seis abiertas en la mitad superior de la pared, a no menos de ocho metros de altura, y otras tres excavadas sobre la misma bóveda, ligeramente desplomadas. La cavidad restante es natural y está abierta sobre una grieta en la parte inferior de la zona rocosa. Cinco de las oquedades artificiales son accesibles y están de algún modo comunicadas entre sí mediante pasadizos y cornisas; sin embargo, las restantes son totalmente inaccesibles mediante escalada convencional y aún difícilmente alcanzables mediante el empleo de modernos sistemas de anclaje. Es de prever que para su excavación se emplearan escaleras confeccionadas con troncos, posiblemente de chopo dada su abundancia en la zona, así como por su esbeltez y menor peso respecto de otro tipo de maderas; pero, cuál era su función.

El día que presenté nuestro hallazgo cerámico en el Museu Arqueològic d’Alcoi, José María Segura Martí, su Director, me dio la respuesta. Casualmente, Josep Torró Abad y él habían publicado un artículo a este respecto, aparecido en el nº 9 de la revista Recerques del Museu d’Alcoi (2000) y titulado: “El castell d’Almizra y la cuestión de los graneros fortificados”. Entre otras cuestiones, recogen los estudios de Maryelle Bertrand y otros autores sobre aquello que los etnógrafos franceses de la época colonial llamaron greniers de falaise (graneros de acantilado), una especie de almacenes comunales de índole troglodita existentes en la cordillera del Atlas y otros lugares del Magreb que se encuentran excavados en relieves abruptos de difícil acceso y que hacían las veces de fortificación en épocas de fuerte agitación social. Su similitud con las llamadas coves-finestra de cingle existentes en la geografía valenciana hace suponer que éstas tuvieran las mismas funciones, sólo que parece que los graneros rupestres de época beréber son de época pre-islámica y los restos cerámicos hallados en nuestras coves-finestra confirman su utilización durante los siglos XII y XIII, no habiéndose encontrado hasta la fecha una conexión cronológica que permita asegurar que se crearon durante la época más temprana de al-Andalus, es decir, durante el siglo VIII. Tal vez –ojalá–, los restos cerámicos encontrados en la Cova dels Nou Forats ayuden a establecer esa conexión que actualmente no encuentran los investigadores.

Según estudios realizados en el alto Atlas occidental al respecto de los iguadar (una tipología de graneros fortificados), los productos que con mayor asiduidad se han encontrado en sus recintos son la cebada y el trigo, almendras, frutos de argán (del que se obtenía aceite para lámparas), mantequilla fundida, miel, aceite, sal gema, higos, pieles de oveja, armas y objetos de valor como vestidos de fiesta, servicios de té, vajillas de plata y balanzas.

Así pues, todo parece indicar que la Cova dels Nou Forats podía ser un granero fortificado puesto que reúne todos los requisitos para serlo: se encuentra en una zona abrupta fácilmente defendible pero de complicado acceso (de hecho, para acceder a la misma se debe escalar un escarpe rocoso vertical que en su parte más accesible supera los dos metros y medio de desnivel), está situado en un territorio de frontera y en las proximidades de dos alquerías (Benitàixer y Benillup), posee numerosos compartimentos donde cada familia podía almacenar sus víveres y, finalmente, hemos encontrado restos cerámicos que confirman su uso en época andalusí. Pero las necesidades de la ficción literaria me hacen ir más allá y considerar un aspecto de extrema importancia: su comunicación visual directa con todos los componentes del sistema defensivo del valle de Perputxent (castillos de Perputxent y Benicadell, atalaya de Almaraién y torre de Beniarrés). Así, no sería de extrañar que esta modesta fortificación natural (como lo son la inmensa mayoría de las fortificaciones andalusíes de la zona) jugara un papel importante en el sistema defensivo de este territorio de frontera, expuesto a las incursiones enemigas y necesitado, por tanto, de un modelo eficaz de comunicación, rápido, versátil y discreto como es el envío de mensajes mediante palomas mensajeras. Esta función como "central de telecomunicaciones" se complementaría con el uso defensivo de la cueva, aspecto sobre el que ya se ha hablado en otras entradas.

En definitiva, este hallazgo viene a demostrar que una ficción objetiva emanada de la observación, del tesón y de un estudio pormenorizado de los hechos puede ofrecer sus frutos en la realidad. La hipótesis de partida era bien simple: si los andalusíes habían dejado enseres en alguna de aquellas cuatro oquedades inaccesibles, existía una alta probabilidad de encontrarlas, puesto que, ante la dificultad por alcanzarlos, era de prever que –por fatigoso– nadie se hubiese tomado la molestia de imitar el sistema que siglos atrás emplearan quienes los excavaron. Hacía falta una buena dosis de entusiasmo e inconsciencia para llegar hasta ellos y nosotros, de ambas, andábamos sobrados.

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