Cuando el río Serpis se adentra en el valle de Perputxent, la sierra de la Albureca lo acompaña por su margen derecha, cerrándolo en dirección SO-NE. Se trata de una sierra de escasa altitud que separa el valle de Perputxent de la Baronía de Planes y el valle de Gallinera. Quizá por tratarse de un coto privado de caza en buena parte de su superficie, la sierra de la Albureca resulta una gran desconocida. Atraviesa cuatro términos municipales –Beniarrés, l’Orxa, Planes y Vall de Gallinera-, pero su disfrute público se ve impedido por aquellos que gustan poner puertas al monte y cerrar los caminos.
El pasado martes 30 de noviembre rememoré viejos tiempos y subí a almorzar al mas de l’Albureca. Como siempre, accedí como las cabras, a campo través, por el cortafuegos que arranca junto a la desembocadura del barranco de la Encantada. Sin embargo, en esta ocasión el valle de Perputxent no me aguardaba a mi espalda sino que se velaba a mis ojos bajo una densa niebla. Es siempre una delicia transitar los caminos de la Albureca y esta vez no fue menos, pues, aunque la niebla me privaba de buena parte del paisaje, el aspecto tenebroso de los pinares y los aromas del monte invitaban a hacer más despacioso el caminar. Me asomé al barranco de la Encantada poco antes de alcanzar el mas de Calot, pero fue en vano, de modo que continué la marcha con la esperanza de que la niebla levantara en la próxima revuelta.
Llegando al Tossal del Moll, el sol ya se insinuaba entre la neblina y, al poco, el blanquecino velo que cegaba el paisaje se corrió para deleite de mis ojos. Fue un espectáculo. Las nubes aparecieron amenazantes en el cielo mientras las cumbres de las montañas que circundan la Hoya del Comtat y el valle de Perputxent escapaban de una niebla horizontal, juguetona, que levantaba, danzaba y regresaba a los fondos. Pronto comprendí que mi idea de atravesar la Albureca y plantarme en la Baronía de Planes tendría que esperar a mejor día, así que me aposté junto al camino con una ramita de romero colgando de mi sonrisa y disfruté de la función. Nunca una sesión fotográfica resultó más prolija y placentera como esta otoñal escapada a la Albureca, y ya para cuando la tímida lluvia arrancó los aromas de la tierra, el perfume de la pebrella y el tomillo me envolvían.
No quise abrir el paraguas, para qué, la llovizna se disfruta más cuando la recibes cuerpo a cuerpo, fresca, apenas una salpicadura sobre la cara. Y así, a cara descubierta, anduve el camino hasta llegar al mas de la Albureca. Nada queda ya del señorial porte de la masía que allí había. Ahora, sus piedras se esconden bajo un enlucido de cemento, y las puertas y ventanas que antaño fueron de madera, han sido arrancadas de sus huecos y sustituidas por el frío tacto del metal cual persianas de un puesto de mercado. Un alarde de insensibilidad arquitectónica y mal gusto que no mereció la molestia de pararse a fotografiar. Prefiero recordarla como la conocí: vieja, desvencijada, pétrea: hermosa.
Me asomé al barranco de la Encantada por divisar del otro lado el Tossal de la Cova, l’Arrabassat, el Pichoc, les Llomes del Cantalar; y de éste, el Morro de la Encantada, el Tossal del Pedregar, la Penya de l’Espill. La niebla se contenía contra los escarpes, ocultando el pedregoso lecho del barranco, las pozas donde -cuenta la leyenda- Amira peinaba sus cabellos a la luz de la luna. El mito de la Encantada ha dejado su huella en la geografía más inmediata al molino del estrecho con topónimos como la Penya de l’Espill, Morro de l’Encantà y el Tossal de la Dona. Es justo allí, donde las aguas se precipitan en el congosto, donde la leyenda de la Encantada se hace presente aun para decepción del afamado botánico Antonio Josef Cavanilles: (…) barranco que la ignorancia y credulidad llamó de la Encantada por la piedra circular de unos cinco pies de diámetro, que en forma de ventana cerrada se ve en la garganta del barranco á 20 pies sobre el nivel ordinario de las aguas. En esta fingió el vulgo la boca de cierta mina, donde los Moros escondiéron sus tesoros, y dexáron encantada una doncella, que cada 100 años sale para volver á entrar en el mismo dia. Fábulas indignas de hombres juiciosos, perpetuadas solamente por la superstición y la ignorancia. Quanto ofrece aquel barranco es natural y efecto de las aguas, que abriéron un callejón profundo, y dexáron por ambos lados cortes casi perpendiculares de mas de 50 varas. En el de la derecha se halla la citada piedra en un sitio de tan dificil acceso, que para llegar á él es preciso ó descolgarse por una soga desde mucha altura, ó pasar de la izquierda á la derecha atravesando ántes un largo madero: operaciones ambas muy arriesgadas, por hallarse un profundo pozo de agua en aquella parte del barranco. (…)

Uf, uf, uffff. Enhorabuena por esas fotos. Y por los textos.
El mérito de las fotos es haber estado en el lugar adecuado en el momento oportuno. La niebla siempre resulta fotogénica.
Me encantan estas fotos noi! y junto a los textos consigues transportarnos en el tiempo a tus vivencias en el lugar.
Buenísimo trabajo. Un abrazo.